Las colopatías de la adolescencia forman parte de un conjunto de trastornos funcionales intestinales que se clasifican en diversos cuadros clínicos definidos por consensos internacionales. En la actualidad, las colopatías se integran en los criterios denominados de Roma III del síndrome del intestino irritable (SII). El diagnóstico debe incluir varios parámetros: molestias abdominales o dolor asociado a los signos siguientes durante al menos el 25% del tiempo: mejora con la defecación, modificación de la frecuencia de las deposiciones y de su forma o aspecto. Estos criterios deben cumplirse al menos una vez por semana desde hace al menos 2 meses antes de establecer el diagnóstico. Por otra parte, no existe ningún proceso inflamatorio, anatómico, metabólico o neoplásico que explique los síntomas. Este síndrome es más frecuente en los adolescentes que en la infancia. Se observa sobre todo en pacientes con características psicológicas ansiosas, depresivas y en ocasiones con otros trastornos psicosomáticos. Se debe evaluar su repercusión sobre la vida diaria. La evolución suele ser prolongada. El dolor proviene de la hipersensibilidad visceral y de la distensión intestinal. Podría deberse a una sensibilidad anómala de la pared y a una anomalía de transmisión en las sinapsis de las aferencias sensitivas a distintos niveles. Agresiones muy precoces, como los abusos sexuales, podrían estar implicadas, al reducir el umbral de sensibilidad visceral y provocar una alteración de la relación entre el intestino y el cerebro provocada por el estrés. La resonancia magnética (RM) funcional ha permitido ver una hiperactivación de las zonas corticales implicadas en las reacciones afectivas a las estimulaciones dolorosas. Los factores locales pueden estar relacionados con una microinflamación provocada por una infección intestinal o una intolerancia alimentaria. El tratamiento consta de varios aspectos. La relación médico/paciente es esencial y constituye la primera etapa del tratamiento. Los fármacos antiespasmódicos y reguladores del tránsito intestinal suelen prescribirse con un efecto variable. Los regímenes diversos, aparte de la corrección de los errores alimentarios, no han demostrado ser eficaces. En las formas graves, el uso de antidepresivos como la amitriptilina en dosis bajas puede, en algunos casos, ser eficaz. En estas formas, se pueden emplear tratamientos psicológicos (relajación, psicoterapia, hipnosis).