La desnutrición es un estado patológico que constituye el resultado de un desajuste entre las necesidades y los aportes nutricionales. En los niños, se observa esencialmente en los servicios hospitalarios, donde su prevalencia está comprendida entre el 10-15%. Su diagnóstico requiere pesar y medir al paciente y calcular índices nutricionales, en primer lugar, el índice de masa corporal. Cuando está por debajo del tercer percentil, permite identificar a los niños que requieren una aproximación diagnóstica completa. Ésta incluye la evaluación de la cinética de crecimiento en busca de su estancamiento o de una desviación del desarrollo ponderal y/o estatural, así como la indagación de signos clínicos de desnutrición y de una causa. No se requieren pruebas complementarias para establecer el diagnóstico de desnutrición. Las causas pueden agruparse en tres ámbitos principales: disminución de la ingesta, aumento de las necesidades e incremento de las pérdidas. La hospitalización es una situación en la que la desnutrición puede constituirse o agravarse, lo que provoca complicaciones, en particular infecciosas. El tratamiento debe incluir un objetivo de peso, que sirva de base para el cálculo del aporte nutricional. La renutrición debe ser más progresiva cuanto más grave sea la desnutrición, con el fin de prevenir el síndrome de renutrición. Puede llevarse a cabo mediante el enriquecimiento de la alimentación, la utilización de complementos nutricionales orales, la nutrición enteral (mediante sonda nasogástrica o gastrostomía) o la nutrición parenteral. El tratamiento debe priorizar la utilización del aparato digestivo si es funcional. A continuación, es necesario reevaluar la estrategia nutricional. La evaluación sistemática del estado nutricional y la evaluación del riesgo nutricional permiten reducir el número de desnutriciones graves.