Cuando se establece el diagnóstico de una afectación motora de origen cerebral en un recién nacido o un lactante, el médico y el kinesiterapeuta tienen la responsabilidad de proceder con precisión para identificar y evaluar los trastornos motores existentes. Tras ello, el médico se ocupa del seguimiento del niño y el rehabilitador establece el programa de educación motora y terapéutica precoz (EMTP), basándose en los datos de la evaluación cerebromotora. La experiencia también enseña que pueden existir disfunciones neurológicas no visibles a pesar de haber realizado las pruebas convencionales de imagen en los servicios de neonatología. En estas condiciones, la evaluación precoz de las aptitudes motoras prefuncionales del recién nacido constituye una herramienta clínica complementaria que contribuye al diagnóstico, así como a la evaluación de la potencialidad motora al nacer, sea cual sea el término del embarazo. Si existen dudas, la evaluación cerebromotora puede llevar a confirmar la normalidad motora o a reconocer anomalías motoras transitorias. La cumplimentación de las fichas de exploración corre a cargo de médicos formados para trabajar con niños pequeños, así como en las técnicas de estimulación destinadas a evaluar las reacciones motoras y compararlas con los criterios clínicos de normalidad admitidos para el niño normal. En lugar de una ficha A, en la que se registran los datos de una exploración cerebromotora completa, se propone a los médicos una exploración simplificada (ficha B), con el propósito de facilitar la exploración física inicial en un tiempo limitado. Su interés está avalado por el estudio prospectivo multicéntrico internacional EPAM (Évaluation Précoce des Aptitudes Motrices).