Las manifestaciones cutáneas de las afecciones hepatobiliares y pancreáticas son numerosas y pueden ser reveladoras, lo que las hace de gran interés para el dermatólogo. Las frecuencias de observación son muy diversas y algunas de ellas evolucionan con el tiempo. Así, tras las campañas de vacunación, la prevalencia de la hepatitis B en los pacientes con poliarteritis nudosa ha disminuido a cerca de un 7%, frente a alrededor de un 45% en la década de 1980. En el caso de Francia, en lo que se refiere a la hepatitis C, a pesar de que la seroprevalencia disminuye de forma constante, en 2011 todavía había unas 345.000 personas infectadas por el virus de la hepatitis C (VHC), de las cuales el 38% desconocía su estado. La clasificación de las manifestaciones cutáneas conexas ha cambiado y sólo la crioglobulinemia y el linfoma B se consideran ahora causalmente relacionados con certeza. La cirrosis etílica sigue siendo el origen de muchos signos dermatológicos, la mayoría de los cuales son bien conocidos por los hepatólogos. Sin embargo, los síndromes carenciales, aislados o combinados, que suelen asociarse con ella pueden ser confusos, como el síndrome del «seudoglucagonoma» que se observa en la carencia grave de zinc. Los signos cutáneos observados en las hepatopatías autoinmunitarias están ahora bien documentados, en particular el vitíligo, el prurito precursor de la colangitis biliar primaria (antes cirrosis biliar primaria) que sigue siendo un gran clásico y tal vez la psoriasis. En las enfermedades pancreáticas, las manifestaciones cutáneas son conocidas y a menudo muy evocadoras. Algunas son frecuentes, pero sobre todo observadas por cirujanos y gastroenterólogos, como las hemorragias subcutáneas de la pancreatitis aguda grave. Otras, como la paniculitis y los síndromes paraneoplásicos, son poco comunes pero deben ser reconocidas.