El propofol es el anestésico intravenoso más utilizado. Se administra tanto en bolo para la inducción como en perfusión para el mantenimiento de la anestesia, la mayoría de las veces como anestesia intravenosa con objetivo de concentración (AIVOC). Las acciones hipnóticas, sedantes y amnésicas del propofol se deben a su acción sobre diversos receptores del sistema nervioso central. Su diana principal son los receptores A del GABA, de los cuales es un agonista. En el electroencefalograma, el propofol induce ondas amplias y lentas, y en la anestesia profunda, ráfagas de supresión (bursts suppression). La pérdida de conocimiento y el mantenimiento de la anestesia están relacionados con una interrupción de las conexiones entre las regiones del cerebro involucradas en la vigilia y el sueño. Los principales efectos cardiovasculares son una disminución de la presión arterial de alrededor del 15-20%. El gasto cardíaco se mantiene estable o disminuye ligeramente. Los efectos hemodinámicos son mayores en las enfermedades cardíacas y en los ancianos. El propofol deprime la ventilación, y la hipotonía de los músculos faringolaríngeos favorece la obstrucción de las vías respiratorias superiores. El propofol tiene poco efecto sobre la función renal y hepática, y sobre las glándulas endocrinas. La principal desventaja del propofol es el dolor en el lugar de la inyección, sobre todo en los niños. Las complicaciones son infrecuentes, y la alergia es excepcional. El propofol se recomienda para la anestesia de pacientes con enfermedades genéticas (hipertermia maligna, porfiria aguda). Se utiliza para todo tipo de pacientes y cirugías. Es el anestésico de elección para los procedimientos de endoscopia y radiología intervencionista. En reanimación, se utiliza para la sedación, pues la limitación de las dosis y la duración evita el síndrome de perfusión de propofol.