La artrosis de tobillo y la artrosis de la articulación subastragalina son casi siempre postraumáticas. La artrosis tibioastragalina suele tolerarse bien, salvo cuando es consecuencia de la formación de ciertos callos maleolares quirúrgicos viciosos que causan la malrotación del astrágalo y una incongruencia articular muy patógena. Desde el punto de vista quirúrgico, la técnica más utilizada es la artrodesis, que proporciona buenos resultados siempre que se tenga especial cuidado en determinar la posición peroperatoria, que debe ser controlada radiológicamente, y siempre que la técnica se adapte a las lesiones anatómicas, sobre todo al imperativo de extensión o no de la articulación subastragalina posterior, punto clave del diagnóstico previo a la intervención. La cirugía artroplástica protésica (prótesis de tercera generación) es prometedora. Ésta debe validarse mediante el análisis de series con mayor seguimiento en lo referente a la supervivencia del anclaje de los implantes. En cuanto a la artrosis subastragalina aislada, responde a la artrodesis subastragalina después de analizar con cuidado los daños anatómicos locales y su repercusión en la arquitectura global del pie para adaptar la técnica a la situación anatómica.