El recién nacido prematuro presenta numerosas particularidades hematológicas e inmunológicas. Hay que considerarlo como un ser inmunológicamente virgen, con un déficit cuantitativo y cualitativo de los sistemas inmunitarios innato y específico, inversamente correlacionado con su edad gestacional. La inmadurez de su sistema inmunitario, junto con la necesidad de procedimientos invasivos y la presión de los antibióticos, contribuyen a la alta frecuencia de infecciones nosocomiales (IN) en neonatología. Los principales microorganismos causales son los estafilococos. Sin embargo, se observa actualmente la emergencia de especies de hongos del tipo Candida. La prevención de las IN, en particular de las infecciones a partir de los catéteres centrales, se basa ante todo en el lavado de manos, la disminución de la exposición a los catéteres centrales y la limitación de los tratamientos con antibióticos de amplio espectro. La vigilancia de infecciones nosocomiales es esencial. La anemia del recién nacido prematuro es una enfermedad frecuente, debida en gran parte a la pérdida de sangre. La prevención se basa ante todo en el pinzamiento diferido del cordón umbilical y la restricción de las extracciones sanguíneas. El interés de la eritropoyetina recombinante es secundario y sólo se concibe asociada a la suplementación con hierro. En el tratamiento de los recién nacidos con prematuridad extrema, resulta a menudo necesario recurrir a las transfusiones sanguíneas, aunque sus indicaciones son todavía objeto de discusión.