Las modalidades de tratamiento de una herida por el pedicuro-podólogo en un paciente diabético dependen de su gradación, es decir, de su riesgo de desarrollar una herida crónica. Después de evaluar el riesgo podológico del paciente, el pedicuro-podólogo puede tratar tan sólo la herida y sus causas, o realizar su evaluación para orientarle a un equipo pluridisciplinario de forma urgente. La evaluación de la herida requiere que se tenga en cuenta el color, la profundidad y las características de los exudados. Todas las heridas necesitan una descarga estricta para lograr la curación. En los pacientes de grado 0, la herida se trata con las mismas precauciones que en los pacientes no diabéticos. A partir del grado 1 (neuropatía aislada), la alteración o la ausencia de sensibilidad provocan la cronicidad de las lesiones por una falta de observancia de la descarga. El trabajo del pedicuro-podólogo es procurar que la descarga sea eficaz y se realice. También debe informar al equipo pluridisciplinario de su colocación (enfermera, kinesiterapeuta, personal auxiliar). Cuando una herida ha cicatrizado, existe un gran riesgo de recidiva. Por este motivo, el pedicuro-podólogo es indispensable. El uso de seis sesiones anuales de prevención y de seguimiento del pie diabético de grado 3, proporciona los métodos de acompañar al paciente y de monitorizar los dispositivos ortopédicos preventivos colocados previamente (zapatos ortopédicos, ortoplastias y ortesis plantares). La evaluación, la corrección y los ajustes de estos dispositivos ortopédicos deben ser sistemáticos en cada consulta. La educación terapéutica, cuya finalidad es proporcionar autonomía al paciente para el cuidado de la integridad de sus pies, se ofrece desde la primera consulta. Los mensajes educativos son simples, los objetivos son realizables y las competencias del paciente se evalúan en cada sesión de seguimiento.