Las dermatomicosis son muy frecuentes y afectan a todos los estratos socioeconómicos, edades y espacios habitables. Tres grupos de hongos son responsables de ellas: los dermatofitos, los más frecuentes y siempre patógenos, se transmiten de modo antropofílico (Trichophyton rubrum), zoofílico (Microsporum canis) o telúrico; las levaduras son agentes comensales de las mucosas genitales femeninas y digestivas (Candida albicans) o de la piel (Candida parapsilosis), que se vuelven patógenos cuando las características del paciente les son favorables; los mohos son saprófitos ambientales (Aspergillus spp., Fusarium spp., etc.) que probablemente aprovechen una brecha ungueal para introducirse por ella. La sintomatología puede ser típica, en particular en el caso de lesiones circinadas pruriginosas, pero puede también imitar otras afecciones, especialmente en el caso de las lesiones ungueales, en las cuales las causas a menudo están intrincadas. El diagnóstico de certeza mediante la toma de muestras micológicas es indispensable antes de iniciar el tratamiento, particularmente en caso de onicopatía o de lesión del cuero cabelludo. Se necesitan tratamientos por vía oral en caso de tiña o de sicosis, de afectación cutánea múltiple o inflamatoria, de lesión plantar y en la mayoría de las onixis. Los fracasos suelen deberse a un error de diagnóstico o a una falta de observancia.