El nacimiento prematuro de un niño antes de las 27 semanas de amenorrea suele ser vivido como algo traumático para los padres y puede dificultar el establecimiento del vínculo madre-hijo. La experiencia de la clínica presentada aquí en el marco de los nacimientos de bebés extremadamente prematuros en una maternidad de tipo III muestra que el proceso de crianza se acelera y se debilita. La vivencia parental es diferente para la madre y el padre, a pesar de la angustia que ambos sienten: la madre experimenta una intensa culpa y una herida narcisista muy intensa. El padre parece ser capaz de salir del choque de este nacimiento temprano más rápidamente y apoyar a la díada madre-hijo. Se observa una reorganización psíquica en la madre que le permite apropiarse gradualmente de su nuevo estatus. Esto se ve favorecido por el apoyo psicológico prestado durante toda la hospitalización del bebé, que permite procesar la experiencia traumática del nacimiento. Los equipos médicos y paramédicos también desempeñan un papel crucial en la construcción de esta parentalidad emergente, ayudando a los padres a comprender y responder a las necesidades de su bebé y dándoles confianza en sus habilidades mutuas. Esto permite a los padres encontrar paso a paso su lugar con el niño. Sin embargo, la intensa experiencia emocional de los padres durante este nacimiento particular sigue siendo un factor de riesgo, entre otros, para la construcción del vínculo padre-hijo y posteriormente para el desarrollo del niño.