Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de mortalidad en el mundo. El número de muertes imputables a las enfermedades cardiovasculares está estimado en 17,7 millones, es decir, el 31% de la mortalidad mundial total. El paciente con coronariopatía demostrada es un paciente de alto riesgo de recidiva cardiovascular. El objetivo de la prevención secundaria consiste en frenar el crecimiento de la placa de ateroma, reducir los síntomas y mejorar el pronóstico, evitando la aparición de un episodio aterotrombótico: el síndrome coronario agudo. La prevención secundaria incluye el control de los factores de riesgo cardiovascular, al que se añade el tratamiento farmacológico, que consta ineludiblemente de una antiagregación plaquetaria y estatinas, así como, en el postinfarto con disfunción ventricular izquierda, de los betabloqueantes e inhibidores del sistema renina-angiotensina. En los últimos años, las clases de fármacos se han diversificado, como los nuevos antiagregantes plaquetarios y los nuevos anticoagulantes orales directos. Se ha cuestionado la importancia de algunos fármacos prescritos a todo tipo de paciente coronario, incluso en ausencia de disfunción ventricular izquierda, como en el caso de los betabloqueantes e inhibidores del sistema renina-angiotensina. Otros han salido al mercado, como los anticuerpos anti-PCSK9 para reducir el colesterol o las gliflozinas y los análogos del GLP-1 (péptido tipo glucagón tipo 1) para la diabetes. Por lo tanto, el tratamiento a largo plazo del paciente coronario ha evolucionado mucho, tendiendo hacia un tratamiento más complejo e individualizado.