El carcinoma epidermoide de pene es un tumor relativamente raro, pero se debe diagnosticar y tratar de forma precoz para evitar una cirugía mutilante y, a veces, mórbida. Es imprescindible conocer su epidemiología para no dejar que un tumor subyacente evolucione (ninguna o poca higiene, fimosis congénita o adquirida, lesiones preepiteliomatosas como la enfermedad de Bowen). Se pueden practicar técnicas quirúrgicas o de radioterapia conservadora si se trata de un tumor superficial de diámetro inferior a 30 mm. En todos los otros casos es necesario realizar una amputación del pene. El carcinoma epidermoide de pene se disemina por vía vascular y, sobre todo, linfática. En la actualidad, se está evaluando el uso de la gammagrafía dinámica para buscar un ganglio centinela, con el fin de detectar las metástasis subclínicas. En caso de adenopatía(s) inguinal(es) palpable(s), si técnicamente es posible, se debe proponer la linfadenectomía inguinal. Mientras que la linfadenectomía superficial presenta una baja morbilidad (alrededor del 3% de complicaciones menores), la linfadenectomía inguinal superficial y profunda es más mórbida y causa más deterioro. El respeto de las medidas pre y postoperatorias, así como el cumplimiento del paciente, son indispensables para minimizar al máximo esta morbilidad.

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