El diagnóstico del dolor del pie y del tobillo (general o localizado: talalgia, metatarsalgias, dolor del mediopié o del retropié) se basa en un análisis clínico simple de las circunstancias de aparición (deporte y fracturas por fatiga o tendinopatías; condiciones climáticas especiales: mucho frío y congelaciones, etc.), o se realiza cuando existen grandes cuadros clínicos que lo acompañan: aspecto clínico inflamatorio (afectaciones cutáneas inflamatorias o infecciosas, artritis), con o sin síndrome analítico inflamatorio (algodistrofia, enfermedad de Paget ósea, artropatías nerviosas); presencia de anomalías cutaneotegumentarias sospechosas (psoriasis y artritis, vasculitis y enfermedades sistémicas, nódulos incluidos en la dermis del sarcoma de Kaposi, etc.); aparición de signos vasculares arteriales (arteriopatías) o venosos, existencia de signos neurológicos centrales o periféricos (síndromes del túnel, enfermedades neurológicas esporádicas o familiares); pie congénitamente malformado o con mala disposición (trastorno estático: pie cavo familiar o con enfermedad neurológica subyacente; pie plano secundario a una artropatía; hallux valgus o rigidus, etc.). Todas estas situaciones se establecen mediante la exploración clínica, con ayuda de pruebas complementarias simples y corrientes. La ausencia de diagnóstico etiológico de certeza implica basarse en exploraciones más sofisticadas y más costosas. Esto se debe hacer antes de llegar a la conclusión de una posible, aunque infrecuente, causa de tipo psicológico (síndrome de conversión).