Este artículo pretende desarrollar un análisis crítico de la utilización de criterios normalizados de calidad, basándose en las enseñanzas de una experiencia concreta, el proyecto COMPAQH (Coordinación para la Medición del Rendimiento y la Mejora de la Calidad Hospitalaria). Este proyecto, financiado por el Ministerio de Sanidad y la Haute Autorité de Santé (HAS) franceses, está coordinado por el Institut National de Santé et de Recherche Médicale (INSERM) de dicho país. Sus objetivos son: seleccionar una batería de indicadores de la calidad del tratamiento del paciente (IC) (n=42) probarlos y validarlos en el período 2004-2005 en el marco de 36 centros sanitarios (CS) voluntarios de todos los niveles, comparar de forma anónima estos CS y estudiar las implicaciones de gestión en el centro. Uno de los temas principales se refiere a las prácticas profesionales y uno de los indicadores seleccionados es el tratamiento del cáncer de próstata. A la luz de esta experiencia, parece que los criterios de calidad deben construirse con pragmatismo. Su normalización necesita que se apliquen a situaciones clínicas para las que se haya probado la existencia de una práctica de referencia de forma «incontestable». El riesgo es que se origine una medicina demasiado normativa. El acuerdo con los representantes profesionales para fijar la naturaleza de estos criterios ayuda a prevenir este riesgo.