En el niño se usan todas las pruebas de imagen: radiografía, ecografía, tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (RM). Cada patología tiene un protocolo de exploración definido y una semiología diagnóstica propia. Las indicaciones de estudio por imagen del pie son múltiples. Además de los pies dolorosos o deformados, como en el adulto, en el niño se suman las malformaciones congénitas. Una exploración osteoarticular pertinente debe empezar con radiografías simples de buena calidad, que pueden bastar para formular el diagnóstico o bien orientar hacia otras exploraciones complementarias. Una dificultad en pediatría reside en que el pie se osifica de forma progresiva. Así, en el niño de corta edad, una parte del esqueleto es invisible en la radiografía, y los puntos de referencia para el análisis de las deformaciones son muy imprecisos. La ecografía acoplada a la radiografía mejora la pertinencia porque permite visualizar una estructura no calcificada: cartilaginosa, sinovial, líquida, musculotendinosa o ligamentosa. Se emplea cada vez más para el análisis y el seguimiento terapéutico de las deformaciones del pie del recién nacido y del lactante, ya que en este período el tarso es exclusivamente cartilaginoso. La TC plantea las mismas dificultades que la radiografía cuando el pie está parcialmente osificado. En el niño de mayor edad, el principal interés de la TC reside en la posibilidad de hacer reconstrucciones tridimensionales que facilitan el análisis de las deformaciones irreducibles, como es el caso de las coaliciones tarsianas. La RM, que permite visualizar lo que es invisible a los rayos X y a los ultrasonidos, exige una inmovilidad absoluta prolongada y difícil de obtener. Aun los niños más tranquilos tienen tendencia a mover los pies casi continuamente. Con todo, la RM es una técnica diagnóstica ineludible en los pies dolorosos.