El 1 de marzo de 1963, Thomas Starzl intentó en Denver el primer trasplante de hígado. Fue una operación «de lo imposible», que terminó «en tragedia» debido a una hemorragia incontrolable. Este fracaso no desalentó al cirujano que, apoyándose en un programa de experimentación animal de varios años de duración, acabó por imponer «su» trasplante como el único tratamiento eficaz de las enfermedades graves del hígado.

Los primeros éxitos del trasplante considerado como «clásico», ortotópico, con circulación extracorpórea, fueron el punto de partida para las mejoras técnicas: trasplante sin derivación, trasplante a partir de hígados reducidos, trasplante para dos a partir de una división del injerto, trasplante con hemitransposición cavoporta, trasplante auxiliar heterotópico y después ortotópico, y por último, trasplante a partir de un lóbulo hepático de un donante vivo. Una aventura quirúrgica apasionante que dura desde hace 40 años.

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