El cáncer de próstata es la neoplasia que se diagnostica con mayor frecuencia en los Estados Unidos y representa la segunda causa de muerte por cáncer. La mayor parte de los pacientes que sufren una enfermedad metastásica responden inicialmente a la supresión androgénica, pero esta respuesta es siempre temporal. La mayoría de los pacientes desarrolla una enfermedad hormonorresistente que conduce a un deterioro clínico evolutivo y a la muerte. Esta evolución se asocia a una inestabilidad cada vez más evidente del ADN y a alteraciones de los genes y de su expresión, como mutaciones de p53, sobreexpresión de Bcl2 y mutaciones del gen del receptor de andrógenos, entre otras. Las opciones terapéuticas frente a una enfermedad hormonorresistente incluyen diversos tratamientos, como los tratamientos sintomáticos, la radioterapia, los bifosfonatos, las manipulaciones hormonales de segunda línea, la quimioterapia citotóxica y los fármacos experimentales. Se ha demostrado que una disminución del antígeno específico de la próstata (PSA) del 50% después del tratamiento se relaciona con la supervivencia y ha sido aceptada como criterio de evaluación validado de los ensayos clínicos. Los fármacos citotóxicos, como la mitoxantrona, la estramustina y los taxanos, han producido tasas de respuesta significativas y un efecto paliativo, pero sin que mejore la supervivencia. Por tanto, conviene dirigir los esfuerzos actuales hacia la inclusión de los pacientes en ensayos cínicos de fármacos experimentales que tengan mecanismos de acción nuevos, utilizando como elementos de evaluación en la práctica clínica habitual la supervivencia, el tiempo transcurrido hasta la progresión y la calidad de vida.

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